sábado, 31 de octubre de 2009

De la puerta para adentro


Cuando tenía como 8 años me sorprendí al enterarme que el gentilicio de los naturales de la ciudad de Buenos Aires se denominaba "porteño" por la importancia de su puerto.
Si a esa edad ya no era muy inteligente, imaginense al punto al que hemos descendido unos 25 años después: Hasta ahora nunca se me había ocurrido demasiado relacionar puerto con puerta.

De éste Octubre tan interior que tuve, y no por dedicarme a la reflexión o meditación, sino geográficamente hablando, llegué a la conclusión que los porteños vivimos como en una puerta. O sea en ningún lado.

Parece que los porteños de por sí no existimos. Al menos en una mesa de ocho personas era la única "porteña de pura cepa" y por más que trataron de indagar, y que forcé mi memoria al máximo, no pude relacionarme con ninguna provincia, ciudad o país (la puerta es también para ir hacia afuera, por qué no). Mi noviazgo con un uruguayo (lametntable, entre paréntsis) tampoco sirvió demasiado para hacer de mí una persona con raíces en algún lado.

Por primera vez sentí que esto de vivir en Buenos Aires era como no pertenecer a ninguna parte. Estás en el medio de todo, pero es como si estuvieras en la puerta, o sea en un lugar de paso. Pero convengamos que estar ahí, por más que te pisoteen, no deja de ser extramadametne cómodo.
De todas maneras no puedo dejar de destacar (y envidiar un poco): la siesta santafecina (no sólo está buenísima, sino que no es considerada un lujo, más bien se toma como necesidad), la increíble paz santaroseña, la belleza salteña (al menos desde la ventana se veía fantástico), las empanadas tucumanas, la infinita amabilidad y cordialidad bahiense.

Como verán volví toda amor y paz; pero dudo que me dure mucho más que éste día (y sólo porque es Todos los Santos).

domingo, 18 de octubre de 2009

Breves sobre las madres

(Esto es abuso de obra, lo sé. Pero no es mi culpa que dos veces en este mismo blog una imagen vaya tan bien!)

El año pasado, por diversos motivos no estaba de humor para festejar, ni publicar nada sobre, el día de la madre.
Vamos a desquitarnos éste año. Por capítulos.

1.- Mi madre

Aunque suene a frase hecha, por todo lo que uno no valora en su momento y entiende después. Empezando por los meses de diabetes gestacional y la consecuente dieta estricta por meses. Yo hace cinco días que intento algo parecido a comer como una persona normal y por motivos mucho más egoístas y casi que no sobrevivo a la experiencia (menos mal que mi vida, ni mucho menos la de nadie más, dependen de eso)
Porque hasta los 17 años gracias a ella pensaba que las camisas se lavaban y planchaban solas al ritmo de una diaria, que los botones se cosían solos porque nunca estuvieron fuera de su sitio más de 10 minutos en su presencia, que mis zapatos eran auto-lustrantes porque a la tarde los traía llenos de polvo y a la mañana siguiente aparecían relucientes y que mi mochila tenía un generador propio de pañuelos limpios.
Porque aceptó convertirse en "madre" de un perro, a pesar que no simpatiza con ninguna otra especie que habite este planeta que no sea la humana (y ni siquiera toda)... y pudieron convivir con bastante armonía por más de década y media.
Nunca escondí el hecho que a pesar de todo, casi todos los días hay un "hola mami..." (eso sí, nunca mamá, siempre mami, MC igual)

2.- Literatura

Primero para que la entrada tenga la calidad que las madres se merecen y segundo porque la divertida anécdota refleja muy bien la relación madres - hijos, o al menos, la mía en particular.

«Con los años llegaron los nietos. Mamá no se resignaba a ceder tan fácilmente ante nuestros conocimientos médicos. Y los chicos, todos lo sabemos, tienen el caprichoso hábito de enfermarse. Un mediodía, Gustavo, que entonces tenía apenas unos pocos días, estaba padeciendo una dermatitis del pañal. Lloraba y no encontrábamos la forma de calmarlo.
Entonces intervino mi madre:
"Puedo prepararle algo con clara de huevo."
"Por favor, mamá. No quiero cosas raras."
Mientras marcaba el número de la pediatra, le dije:
"En estos días hay un llamado a concurso en la cátedra de Pediatría de la Facultad. Si querés podés presentarte... el cargo es para Profesor Titular."
No dijo nada.
Me comuniqué con la colega. Luego de los saludos, le pregunté por la medicación para mi hijo. Supongo que mi madre descubrió el desaliento y la vergüenza en mi cara, torpemente oculta con débiles monosílabos.
Al final me animé a más.
"Ah... bueno... claro. ¿Así que eso es lo mejor? Gracias."
En mi desconcierto hasta había olvidado de despedirme.
Cuando colgué el teléfono me topé con la mirada de mi madre.
Se hizo un instante de silencio. Yo no sabía qué hacer ni qué decir.
"¿Y... qué dijo la doctora?"
"Hacé como quieras... preparale "eso" ... con la clara de huevo"
Tenía que alejarme. A los pocos pasos sentí como un mazazo en la espalda.
"Eduardo, ¿dónde hay que anotarse para el concurso?"
No pude dejar de sonreir. Ella no necesitaba ponerse de frente para saberlo.»

Hayrig II - Eduardo Bedrossian
Edit. Roberto Grancharoff e hijos. Abril 1995
3.- Mi suegra

Algunas semanas atrás estábamos los tres (vale aclarar, F., MC y yo) todos con diversas pestes y/o achaques.
Haciendo caso omiso de su madre, el susodicho se va de viaje igual. Yo le aseguro a mi suegra que MC y yo estamos bien, que no necesitamos nada y cualquier cosa yo la llamo, y ella se manda un "pero lo que no entienden es que yo necesito maternar a alguien y ustedes no me dejan!"

4.- Mis dos abuelas

Que con la excusa de "el embarazo mejora el asma" se dieron el gusto de tener otro hijo. El quinto para una y el cuarto para otra. En una época sin lavarropas, sin freezer, sin televisión, sin pañales descartables y en una época que la palabra "jardín" no tenía como primera aceptación "... de infantes".
Gracias a ellas tuve un padrino y un tío altamente malcriador.

5.- Mi "bisabuela"

Que siempre tenía una dosis de sugus y de paquetes de figuritas cada vez que la veíamos. Cuando ya estaba enferma e íbamos a verla al sanatorio, no fue la excepción para quedarnos sin los sugus surtidos ni los sobres colorados de frutillitas, porque nos decía que el médico era tan bueno le permitía bajar a comprar al kiosco de enfrente todos los días después del desayuno, sólo porque era para las bisnietas. Ponía cara de pícara y nos decía "por ustedes, dejo que todo el mundo me vea por la calle en camisón".

6.- Mi papá.

No, no es madre, ni tuvo que hacer de madre. Pero, como no hay madres sin padres, no dejemos de mencionar que el teórico kisoquero en realidad era mi papá, que como buen padre y nietastro político, le compraba los sugus por kilo y las figuritas por cajas.

7.- Martita

Curiosamente empieza con "ma" también. Es la señora que me cuidó desde chiquita.
Hace pocos días, casualidad o no, después de una bronca con mi mamá (y no de las tan habituales sino un poquito más) me entero a través de mi papá de esta curiosa anécdota:
Un día, antes que yo empezara a tener memoria, vaya uno a saber por qué motivo, mi mamá y Martita discuten y ésta última termina renunciando y dejando "en banda" a mi mamá.
A los dos o tres días vuelve, pero dejando en claro que "no es por ayudarla a usted, sino porque extraño mucho a las nenas".
Fue lindo enterarme durante ése día en particular, y también darme cuenta la integridad que tuvo de no decírmelo todos estos años para no desacreditar a mi mamá.

8.- Mi hija.

Cierro con el capítulo más importante y para ilustrarlo, una anécdota simpatiquísima.
Algunos días atrás caminando ambas por la calle, MC me señala la reciente publicidad de Bimbo, donde se ve la rebanada de pan con un gracioso dibujo en dulce de leche emulando una carita. Acto seguido me pregunta cuándo le toca ir con la abuela después del jardín. Mi pobre cerebro aletargado no podía comprender la extraña relación que podía existir entre la mencionada publicidad y el hecho que los días jueves mi suegra retira a MC del jardín.
Después de muchas indagaciones y alguna que otra reflexión entendí que lo que se esforzaba por hacerme entender es el hecho que esos días mi suegra y MC van a merendar a una confitería, con dulce de leche incluido para MC.
Descubrimiento Nº1: Mi hija creía que el dulce de leche en estado puro sólo era posible obenerlo en una confitería.
Dispuesta a enmedar con creces ése grave error nutricional, nos proveemos de un buen frasco de dulce de leche la salamandra.
Descubrimiento Nº2: además de todo, MC pensaba que el dulce de leche sólo existía en las dosis homeopáticas que sirven en las confiterías.
No puedo describir la cara de maravillada que tenía mi hija frente a un frasco de dulce de leche, con infinitas cucharadas. Pero traten de imaginarlo. Piensen por ejemplo cuál sería su emoción al descubrir algo que nos produce mucha satisfacción y que solemos conocerlo sólo en singular (ejemplo, billete de U$S 100, jeje) multiplicado por 50 o 100 y ahí tienen su carita.
Y encima de todo, en vez de recrminarme que por mi culpa, durante sus tres largos años no supo que podía existir ese placer tan al alcence de su mano piensa que soy algo así como quien descubrió una vacuna (sabor dulce de leche!) contra los dolores de panza, por ejemplo.
¿No son lo más estos peques?

martes, 13 de octubre de 2009

Asesinatos que no deberían estar penados por la ley


A otro conductor:

-el dominguero (especialmente cuando no es domingo),

-los colectiveros que te encierran o que te frenan a 3 mm,

-los tacheros que van por debajo de la velocidad mínima permitida (que también existe y ninguno respeta!),

-los que te rompen los tímpanos con la bocina como si por eso el semáforo se fuera a poner en verde

A un marido:

- Cuando por cualquier medio te da a entender que estás más gorda. Aunque sea sólo con un amable "el año pasado estabas demasiado flaca"

- Cuando se defiende de las cosas que no hace en casa porque "trabaja todo el día" (llegando casi al mediodía al trabajo)

- Cuando se queja porque te fuiste de viaje por trabajo, y tuvo que atender a la criatura él solito. Bueno, con ayuda de la señora que trabaja en casa, de la mamá que lo invita a comer, del delivery, de la cajita feliz de McDonalds , de la cajita mágica de Burger King, de la madre (otra vez) que le trae comida a casa, de los animadores de Casimiro... de hecho en vez de quejarme debería agenciarme tres o cuatro de éstas ideas para cuando el susodicho se hace la víctima que tiene que irse de viaje por trabajo, no?

(Aclaración: un atenuante en el caso del marido que SIEMPRE debe ser tenido en cuenta es la madre que le tocó)


A tu jefe/a:

- Cuando te hace preparar con urgencia una presentación o cualquier otro trabajo, y después el día que se lo tenías que llevar de forma imprescindible falta porque el hijo rinde "Natual History"

- Cuando de todos los destinos que hay que cubrir se elige los más turísticos y encima se hace el/la sacrificado/a porque son los más lejanos, o se inventa que son los más difíciles.

- Cuando organiza tu agenda personal a su placer y conveniencia, con una semana de anticipación... y encima después te la cambia.

A un vecino:

- Cuando es la cuarta vez en el año que te quiere romper el piso porque tiene una manchita de media milésima de milímetro cuadrado en el techo, que seguramente se le hizo del vapor de su propio baño. -

- Cuando deciden escuchar música, pasar la aspiradora o pelearse sábados y domingos a la mañana. Ojo, yo re defiendo el derecho de todo el mundo a pelearse, pero no en ése horario.

- Cuando se ponen a cocinar algo rico un domingo o feriado a la noche. Señores, de por sí ya es bastante inmoral, deshonesto e indecente cocinar mejor que una vecina, pero lo es muchísimo más cuando son días y horas en las que la gente normal no cocina en absoluto.


Se nota que los viajes relámpago me ponen así de tolerante, no?



lunes, 5 de octubre de 2009

Accesibilidad

Y no estoy hablando de servicios precisamente.
Así como ahora se habla mucho de ser proactivo, saber controlar el enojo, tener capacidad creativa o ser dinámico, hablemos de ser accesible.

Por ahora parece que no está muy de moda. ¿Será porque se confunden ser accesibles con que no te tengan el debido respeto que uno (supone que) se merece?

En lo personal, cada vez valoro más a la gente que se muestra accesible. Supongo que tiene mucho que ver con sentirse suficientemente valorado para que el otro esté siempre disponible para nosotros.

Pero en realidad más que el capítulo de un tratado de buenas maneras o acciones gentiles, lo que quería expresar es una autocrítica. Porque salvando que es universalmente válido que yo no tengo el carácter más hermoso del planeta para ser exactos, siempre me consideré una persona accesible. O al menos no soy de sacar escarpiendo a la gente (aunque hay tantas, pero tantas veces que me encantaría). Y resulta que hoy me sorprendí al enterarme que no es tan así.

La verdad es que me hace bastante gracia pensar que yo le puedo dar miedo a alguien. Pero calculo que casi todos pensamos igual, y como siempre, depende de dónde lo mire cada uno. Igual, quitando que haya algunas personas hiper tímidas que considerarían poco accesibles hasta a su abuelita, su amado/a cónyuge o su mejor amigo, algo así siempre nos hace revisar un poco nuestras actitudes.

Lástima que la autocrítica tampoco es mi fuerte.

Al margen, al original de Escher no hay con qué darle, pero ¿no está genial la versión lego?