miércoles, 20 de julio de 2011

A pesar de todo feliz día

Hoy hacemos un pequeño alto en la serie "Rumbo al desmepleo"
Y escribo sobre el día del amigo a pesar que no me convence del todo la fecha


Decir que esta es mi viñeta preferida de Mafalda es tan improductivo como decir que uno tiene mejores amigos. Para qué calificar a los amigos. ¿Los que no son mejores son peores? ¿O de segunda selección? Está claro que algunos son más cercanos que otros, pero para qué andar cuantificando la amistad?

Elijo esta viñeta de Mafalda en particular porque representa mucho lo que para mí significa ser amigo de alguien.
Porque es muy fácil ser amigo de alguien porque... coincidimos en muchas cosas, tenemos los mismos gustos, podemos compartir mucho tiempo juntos, festeja todo lo que digo, etc.
Creo que lo que hace filtro para los amigos no es el porque, sino el a pesar de...
Y si uno se lo pone a pensar, es de la única manera que yo puedo tener amigos, ya que los porque (virtudes) no son demasiados; en cambio sí tengo amigos a pesar de... mi carácter, que los aburro con mis pesares laborales, les descompagino cualquier programa de juntarse, me cuelgo para responder mails, y ni qué decir llamarlos por teléfono (no hoy, en cualquier día) y tantas otras cosas que me deben soportar y yo ni enterada.

En consonancia con lo que venía diciendo, ningún ejemplo mejor que blogger para demostrar cómo las personas pueden ser amigas a pesar de ser tan diferentes y coincidir en tan pocas cosas. Y en definitiva, está muy bueno que así sea. Al menos de otro modo sería muy aburrido.
Así que ahora sí, luego de tanta explicación, y fundamentalmente antes que termine, les deseo a todos muy feliz día.

lunes, 18 de julio de 2011

Rumbo al desempleo 4: Insert chip.... NOW!


Dicen los que saben, o los que pretenden saber, que los cinco primeros años de vida son decisivos para el desarrollo físico, intelectual y psíquico de una persona.

Hoy María Clara cumple esos famosos cinco años, todos los dedos de una mano, un plan quinquenal completo, un lustro entero. Y eso significaría que estos procesos deberían estar completos.

En cuanto al físico no nos podemos quejar, se estilizó mucho, y sobre todas las cosas, parece que heredó la genética paterna y altura no le va a faltar. Si después considera que es demasiado alta y que por eso no le quedan bien los tacos, o más aún no consigue novio porque es más alto que la mayoría de los hombres, que se le vaya a quejar al padre, que en este caso es el responsable absoluto.

En cuanto a los otros rubros, no sé muy bien que pensar.
En este momento de mi vida, precisamente "rumbo al desempleo" en el que me encuentro, quisiera pensar que tengo un tiempo extra para inculcarle el "chip" correcto.
Hasta el día que empezó el jardín de infantes estuvo rodeada de mujeres que trabajan. Su mamá trabaja, la señora que la cuida trabaja (sí, cuidándola a ella, y aunque no se lo hace sentir como que ella es un trabajo, se entiende que tiene una ocupación), mi suegra trabaja, mi hermana trabaja. Mi mamá no, pero siempre la ve ocupada atendiendo a mi papá, al punto que si mi mamá trabajara tendría que contratar a una persona para que lo cuide, así que aunque no remunerado, es un trabajo igual. Mis amigas más cercanas, también todas trabajaban.

Hasta ése momento, María Clara bien podría haber sido Ignacio en el increíble cuento de Mario Benedetti "En el reino de los cielos" cuando se da el siguiente dialogo entre dos chicos:

–¿Y qué hace tu hermana? –preguntó Ignacio
–Está casada con un médico. Un médico francés.
–Sí, claro. Pero ella ¿qué hace?
–¿Ella? ¿No te digo que está casada con un médico? Hace eso, nomás. Bueno, a veces mira la tele.

Después empezó el jardín, y se encontró con que muchas mamás no trabajaban. Y una de mis amigas fue mamá y dejó de trabajar. Y aunque ella no las conozca mucho, en mi trabajo, muchas son las mujeres que estudiaron una carrera, consiguieron un trabajo, un novio (en el trabajo) se casaron (o se juntaron) y apenas tuvieron el primer hijo, o a lo sumo el segundo dejaron de trabajar, sin planes de retomar sus actividades laborales. Mientras se dedican a llevar a los chicos al jardín, a llevarlos de un lugar a otro en auto, a hacer manualidades, a cocinar; algunas a los sumo se ponen a fabricar bijouterie, velas, jabones, a organizar ferias de ropa importada, o a lo sumo hacer un trabajo free lance.

Siempre me cuestioné mucho el hecho de trabajar y no estar tanto con ella. Lo que nunca me había cuestionado demasiado es el modelo que le estaba dando.
Hoy por hoy pienso que tal vez sea más saludable instalarle el chip que nuestras abuelas le inculcaban a nuestras madres (o nuestras bisabuelas a nuestras abuelas): lo importante es conseguir un marido que te pueda mantener a vos y a tus hijos, y tu misión en la vida es crear un hogar feliz para tener un marido y unos hijos felices, y ahí reside la felicidad de la mujer.
Claro que hay que aggiornarlo un poco, una carrera hay que estudiar igual, porque así es más fácil conseguir un buen marido hoy en día (lo de bueno en realidad está por verse, pero al menos que tenga plata), pero hay que tener en claro que la carrera es eso, fundamentalmente no sentirse menos que otras mujeres, algún hobby hay que tener, y si es más o menos rentable mucho mejor. En vez de tejer, bordar, y lavar ropa a mano, hoy en día al ama de casa se le exige que vaya al gimnasio, después se siente en una confitería a tomar café con su notebook y que vaya a un seminario sobre decoración de interiores o similar.

Mi madre, quien no es profesional, y quien desde que se casó de dedicó a ser exclusivamente ama de casa, en ningún momento dudó en que el chip adecuado para sus hijas era ser profesionales y trabajar de lo que se había estudiado. Claro que también pretendía que fuéramos buenas amas de casa, y al día de hoy todavía lo pretende (va mal conmigo, y con mi hermana muchísimo peor); pero en ningún momento planteó algo así como que de grandes podíamos ser solo amas de casa. No sé si no entendimos bien el mensaje y en realidad nos estaba diciendo que estudiaramos para trabajar unos años y después seguir el camino de la mayoría de las mujeres de su generación, o habrá sido frustración propia, ya que quiso estudiar pero para mi abuelo las mujeres eran para tocar el piano, pintar sobre porcelana y demases, o bien nos veía un tanto feuchas como para conseguir un buen marido con relativa facilidad!

Ahora todavía estaré a tiempo para cambiarle el chip a María Clara?
O mejor aún, será que todavía no está definido del todo?

Yo sé que hoy en día mi frustración respecto a mi profesión y a mi trabajo en particular están en el punto más alto jamás alcanzado, y eso es mucho decir, porque no es que mi vida laboral fuera un camino de rosas precisamente; y todo esto supongo que nubla mi juicio actualmente; y mucho.

Pero no puedo dejar de preguntarme, no sería más feliz si le inculcara que lo mejor que le puede pasar es ser una ama de casa moderna?

Y pensar que hace cinco años, a esta hora todavía no sabía que María Clara era una nena. Yo sé que tener nenas es mucho más lindo a la hora de comprarles ropa, juguetes, aún son más parlanchinas y suelen conversar más (y cuando somos viejos nos atienden mejor), pero cuando uno tiene un varón definitivamente se libera de estas deliberaciones.
Por suerte no se puede elegir (porque si tuviera que elegir el sexo de un futuro bebé, no sabría cuál!).

Pero qué mala pata vengo a tener que me encuentro al borde del desempleo cuando mi hija está cumpliendo cinco años.
Y qué mala pata tiene María Clara de tener estos padres que la encargaron para que naciera en la época de las vacaciones de invierno, tanto por vacaciones (porque no hay nadie) como por invierno (porque le gusta celebrar su cumple al aire libre).

Por supuesto que la madre de María Clara agradecida, porque es tan colgada como madre y como ama de casa moderna que no averigua seis meses antes por salones o por el alquiler de inflables ni por disponibilidad de animadoras, que le viene fantástico que ya por tradición el cumple se festeje más o menos en noviembre.




miércoles, 13 de julio de 2011

Rumbo al desempleo 3: No me pueden ver tranquila

El capítulo de hoy, muy breve. Por un lado porque estoy redactando un proyecto que en definitiva no le tengo ninguna fe, porque no me gusta ni es un trabajo que quiera hacer aunque con esto no me echen, pero no puedo dejar de hacerlo porque sino me echarían con más motivos. Pero no me sale, estoy totalmente bloqueada, sin ganas, sin inspiración y con mucha bronca porque no me dejan ni siquiera irme en paz. Complicado todo.
Por otro lado, corta porque además de tener que redactar este maldito proyecto, lo estoy haciendo estando bastante enferma.

Entonces hoy fui por la correspondiente justificación, el médico no estaba muy locuaz y me extiende la ansiada notita. Yo lo único que escuché es reposo por 48 horas. Triunfante me hice del ansiado pasaporte al no trabajo por dos días y partí rauda a mi casa porque no es cuestión de estar más tiempo en el médico del estrictamente necesario. Volviendo a casa me di cuenta que ni le pregunté ni me dijo lo que tenía.
Entonces miro a ver qué me habían puesto en el certificado y me encuentro con lo siguiente:


Más que los últimos 4 caracteres que a mi juicio rezan "48hs" (y eso porque lo sabía de antemano) no entendí ni una letra.
Si alguien tiene un diccionario letra-de-médico/español o es un poco más avispado que yo agradezco sobremanera que me hagan la traducción. Es que si antes de entregar el certificado tengo que justificar verbalmente mi ausencia no tengo la menor idea qué tengo que decir.

martes, 5 de julio de 2011

Rumbo al desempleo 2: Reconciliación


Tenía tan sólo seis o siete años la primera vez que los números me hicieron feliz: como premio a la mejor alumna de matemáticas de segundo grado me hice acreedora al derecho a izar la bandera dos veces.

A los ocho años ya decía que quería ser contadora, algo festejado por toda la familia, quienes no se daban cuenta que me gustaba la parte de contar, y que apenas me topé con una ley, impuesto, declaración jurada me volví completamente analfabeta en aquellas cuestiones. Pero en ése momento era motivo de orgullo que a tan tierna edad ya me hubiera decantado por tal carrera.

A los diez años, y despuntando los primeros signos de ser una obse, comencé a amar la geometría con su exactitud; y si a eso le sumamos mi amor por las casas, me orienté hacia la arquitectura. Los números y yo seguíamos manteniendo una relación idílica.

Años más tarde, ya en la facultad, me encontré con una profesora, ingeniera ella, que decía que había ingresado a esa carrera porque le gustaba la perfección; y se desilusionó cuando se dio cuenta que un instrumento podía ser más o menos exacto pero nunca perfecto. Ok, por lo menos no estudié ingeniería.


En los últimos años entre inflación, cuentas a pagar y recibos de sueldo que crecen menos que una petunia en la Antártida; la relación entre los números y yo había comenzado a desgastarse. Pero no iba a permitir que eso sucediera.

Decidí ignorar todos los intentos que hacen para lastimarme:

Desde que dejé de fijarme cuánto salen las cosas en el supermercado; y desde que no miro la hora cada tres segundos cuando estoy yendo a trabajar soy mucho más feliz.


Claro, hay que ver lo que me dura la posibilidad de comprar sin mirar lo que salen las cosas si sigo sin mirar el reloj cuando estoy yendo a trabajar.

La felicidad completa no existe.