sábado, 24 de septiembre de 2011

Convocatoria literaria: Mi calle

de un lado:


 y del otro: 

(cesto de basura en primer plano.  Se nota que las fotos no son lo mío)


Mi calle es de doble sentido.  Por eso necesitaba ofrecer las dos perspectivas.  Será por eso que me gusta, pero me irrita.  Que apenas puse los pies en ella dije "aquí sí me gustaría vivir" pero a pesar de que transcurrieron siete años desde ese entonces, una parte de mí no renuncia a mi otra calle, la de mis otros 28 años.  Es amistosa, pero también en estos últimos tiempos, demasiado amistosa con los amigos de lo ajeno.  La distancia con la vereda de enfrente proporciona mucho aire y luz, pero también viento.  Y además es difícil conocer al vecinito de enfrente.  Puede llegar a ser incluso silenciosa en algunos momentos, pero a la hora "de los colegios" es como si uno viviera en medio de unos siete patios de recreo, aproximadamente.
No es ni angosta ni ancha.  Por lo tanto, no es íntima ni abierta.  Más de uno la considera una hermana menor de otra avenida cinco cuadras más abajo, pero como yo también soy hermana menor, no me molesta demasiado.  Está muy arbolada, pero en otoño ya cansa.
En un radio de pocos metros concentra varias confiterías y heladerías.  A veces se agradece y otras uno no para de repetir "no me dejes caer en la tentación".
De momento lo nuevo, lo mediano y lo relativamente antiguo conviven en armonía. Y la doble mano también. Esperemos que por mucho tiempo.

Y de yapa, mi cuadra es la de más arriba, pero también en mi calle, a pocas cuadras se encuentra esta iglesia, que yo considero algo así como salida de un cuento de hadas:

(La foto no le hace justicia)

Siempre que paso, me da la impresión que transplantaron un pedacito de otro país y otra época a mi barrio.  Y eso siempre se agradece.

Si quieren dar un paseo más largo Any los lleva desde su blog a otras calles.

martes, 20 de septiembre de 2011

80 casi primaveras

Había una vez un mundo que no había escuchado hablar de segunda guerra mundial, y por supuesto tampoco de la primera, al menos no con ese nombre.
Imaginemos la vida sin lavarropas, televisores y con pocos autos por las calles.
En una Buenos Aires donde todavía había tramos del arroyo Maldonado a cielo abierto, tranvías y tan solo, o mejor dicho, nada menos que dos líneas de subterráneo una señora hecha y derecha (que superaba por poco los veinte años) se disponía a internarse en un hospital o sanatorio (en esa época tampoco había mucha diferencia) para traer al mundo a su segundo hijo.  Al llegar, vio cómo era todo y resolvió que para algo tenía casa y familia, y que para qué andar compartiendo al médico y a la partera si podía tenerlos para ella sola, y que para qué meterse con estos inventos modernos.
Así que en lo que supongo que se podría llamar un acto de cobardía, se volvió a su casa donde pocos días antes de la llegada de la primavera dio a luz un varón de más de 5 kilogramos de peso.  Se desconoce cuál de los dos atributos del recién nacido le produjo más felicidad, pero según cuenta la leyenda después del parto no cabía en sí de felicidad.
Seguramente hoy la muchacha en cuestión sería incapaz de dejar de hablar del sufrimiento que le causó trabajo de parto, el fórceps o la cesárea.  También al bebé lo hubieran llevado a neonatología y eso dista mucho de completar la felicidad que trae un hijo.  Supongo que eso es nacer en la época indicada.

Ochenta años después de esa proeza, aunque en ese entonces no fue considerada tal, mi papá cumplió ochenta años.  El dice que no, que no se siente de ochenta, que no puede ser, que todavía tiene la mayor parte del pelo negro.  Pero su documento se empeña en afirmar lo contrario.
Y como los documentos no disfrutan mucho de las fiestas de cumpleaños, y menos de las multitudinarias, resolvimos festejarle el cumple a él.


Mi papá dice que de chico nunca pensó que llegaba a los ochenta.  De hecho con sus amiguitos pensaban en qué mala pata habían tenido de no nacer unos años después porque seguramente no iban a llegar a ver el año 2000...  o iban a estar muy viejos para disfrutarlo.

No voy a mentir.  Me da cosita, y mucha, que mi papá cumpla ochenta.  Lo escribo y tampoco lo creo.  Bueno en su momento tampoco quería que cumpliera sesenta, ni setenta (de los cincuenta me acuerdo pero no tenía mucha conciencia de las décadas, de tenerla supongo que me hubiera sentido igual).

Si lo pensamos por el otro lado, estos últimos años nos dio tantos sustos, que no hay más que agradecer que haya llegado a los ochenta.  Sí, no voy a mentir, me encantaría que hubiera cumplido sesenta.  Incluso setenta en lugar de ochenta.  Pero si las cosas son así, por lo menos es mejor que yo tenga treinta y cinco y no cincuenta y cinco.

Aunque después de estos últimos días que pasamos organizando el cumple debo decir que seguramente envejecí bastante.  Amo organizar eventos, y por supuesto que amo a mi madre, pero eso no se traduce en que ame organizar eventos con mi madre; sino más bien todo lo contrario.

Pero salió bien, y sobre todo, llegamos al cumple y supongo que eso es lo importante.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Rumbo al desempleo 7: Puntos suspensivos

Llegué "adonde el diablo perdió el poncho", también conocida como la casa de la gerente en cuestión.  Hacía más de dos semanas que no nos veíamos, ni habíamos tenido contacto por ningún otro medio, salvo el citado anteriormente.
Menos mal que el tiempo apremiaba y no tuve demasiado tiempo de pensar en huir mientras tocaba el timbre.
Me recibió con una gran sonrisa en la cara.  Como uno no ha sobrevivido en el serpentario todos estos años en vano, aún no sabía si era sonrisa amistosa o diabólica, que también existen, y de hecho suelen ser más aparatosas aún.
Pero no.  Era una sonrisa normal.  Habló de su brazo quebrado, del problema que tenía con la ART, firmó todo lo que tenía que firmar, hizo llamadas telefónicas para que otras personas más avalaran el proyecto, comimos masitas, me volvió a presentar a una de sus hijas (por duodécima vez más o menos).  Finalmente me explicó con pelos y señales cómo llegar más rápido al centro, y hasta me obligó a que aceptara el dinero del peaje "para que no pierdas tiempo buscando cambio o esperando el vuelto".

Debería haber salido feliz, y no es que no lo estuviera pero más que ése sentimiento me dominaba el de extrañeza.  Y preocupación.  Porque empecé a pensar que todo lo que había pasado era producto de mi imaginación.  Como si no tuviera problemas me faltaban las alucinaciones.

Por suerte quedaba bastante papelerío por hacer y muy poco tiempo, así que en las siguientes 24 horas estuve demasiado ocupada para pensar en eso.

Cuando todo estuvo firmado, sellado y entregado, y a tiempo, le envío un mensaje para informarla que todo había salido bien finalmente.
Otra respuesta lacónica "esta noche te mando un mail"

Yo, que para ese entonces, después de una semana de locura, preocupación y angustia me encontraba algo así como en un estado cercano al Nirvana por la satisfacción del deber cumplido, me preocupé un poco.  Porque después de la simpatía de pocas horas antes me esperaba aunque sea un "buenísimo, veremos que pasa" o similar.

Pero no.  A primera vista.

Recibo el siguiente mail en cuestión y en una primera y rápida lectura me gustó:

Aquí va la primera lectura:

"Lola, más allá del resultado de la aceptación o no del proyecto, creo que lo que no podés dejar de ver es el aprendizaje extra que trajo toda ésta experiencia.
Sobre todo saber que sos capaz de luchar por lo que deseas, y creo que ni vos sabías que eras capaz de ponerte en marcha , con semejante proyecto.
Te felicito.....
Realmente deseo que lo aprueben, sé que te gusta mucho lo que hacés , sé lo que significa ése grupo para vos, y sé tbien que no querías irte ,y sé tbien que es digno cobrar en función de lo que uno trabaja.
Me alegro que la vida te haya permitido conocerte en ésta instancia.
Lamento las peleas, pero si tuvieron éste resultado, bienvenidas sean.
Te deseo lo mejor.
S."

Ahora la segunda lectura:



"Lola, más allá del resultado de la aceptación o no del proyecto, creo que lo que no podés dejar de ver es el aprendizaje extra que trajo toda ésta experiencia."

Que todavía necesito aprender??? ... más???  En todo caso para aprender me hago un posgrado, que al menos me dan un lindo papelito al final.


"Sobre todo saber que sos capaz de luchar por lo que deseas, y creo que ni vos sabías que eras capaz de ponerte en marcha , con semejante proyecto."

Sé bastante bien de lo que soy capaz y de lo que no.  También sé lo que quiero y lo que no, y lo que quiero es tener estabilidad, cobrar por el trabajo que hago, como funciona el mundo capitalista en el que vivimos,  no estar por un proyecto que, por bien pago que esté,  cuando termina no sé qué será de mi vida.

"Te felicito....."

Esta fue la peor.  Cuánto hubiera cambiado el mensaje si en vez de los puntos suspensivos utilizaba unos lindos signos de exclamación.  Parece que me felicitara pero no se animara a decir el pero, o no estuviera tan convencida de que me mereciera las felicitaciones.  ¿Le estoy buscando el pelo al huevo?

"Realmente deseo que lo aprueben, sé que te gusta mucho lo que hacés , sé lo que significa ése grupo para vos, y sé tbien que no querías irte ,y sé tbien que es digno cobrar en función de lo que uno trabaja."

Me quedo con la última frase.  Sangre, sudor, lágrimas, años, disgustos y discusiones me llevó poder leer que acepte que lo que corresponde es que uno cobre por lo que trabaja; y no estar agradecido porque te confian un trabajo de mayor categoría que el que corresponde a tu puesto.
Y al margen, da miedo que un superior sepa tanto sobre uno, caramba!

"Me alegro que la vida te haya permitido conocerte en ésta instancia."

Otra vez, con cambiar sólo una letrita, qué significado lindo huibera tenido esta frase, veamos:

"Me alegro que la vida Te haya permitido conocerte en ésta instancia."
"Me alegro que la vida Me haya permitido conocerte en ésta instancia."

No sé si se nota la diferencia, o si es tan importante.  La cuestión es que en una primera lectura la leí con M y me gustó.  En una segunda y más traquila lectura me di cuenta de la sutil diferencia.  Y no, creo que ya me conozco bien, y en todo caso, no necesito que nadie se alegre por mis autodescubrimientos.

"Lamento las peleas, pero si tuvieron éste resultado, bienvenidas sean."

Reconozco que al menos me alivió saber que no estaba alucinando.  Hablando en serio, me gustó leer que lamentaba la pelea, y además que el tema no quedara por ahí como si no hubiera pasado nada.  Pero no la rebajaría al nivel de "bienvenidas sean" porque creo que no sobreviviría a otra, así que en lo que a mi respecta, malvenidas sean.

"Te deseo lo mejor.
S."

Nada que objetar.

Seguramente estoy un poco suceptible, y por eso me fijo en estos detalles.  O estaba ahí precisamente para que los viera, vaya uno a saber.



Mientras tanto, las cosas siguen así, con puntos suspensivos, esperando el veredicto sobre el proyecto presentado.  Por una vez no estoy super ansiosa por conocer el resultado.  Como una vez que me tenía que hacer una prueba de embarazo, por obvias razones, pero no tenía ninguna urgencia por hacerla porque no sabía bien si quería que diera positivo o negativo.
Supongo que la clave estará en alegrarse de lo positivo que traiga cualquiera de las dos respuestas, y no amargarse por lo negativo de cualquiera de ellas.

Así que si esta vez dejo la saga en suspenso, no es por mi culpa.  Yo estoy en las mismas.