domingo, 1 de enero de 2012

Esa delgada línea

¿Era yo la que me quejaba de cómo había empezado el año pasado?  ¡No sé de qué!  En esta familia sí que sabemos divertirnos.  Lo digo en serio, anoche mandamos a la parrilla a todo bicho que caminaba, probamos uvas en todas las versiones imaginables, malbec, cabernet, chablis, pinot noir, pasas rubias, negras y frescas.  Prendimos estrellitas, bengalas, cañitas voladoras (y demás pirotecnia a la que yo no me acerco).
Sin que esos excesos tuvieran nada que ver (o eso suponemos) a las cuatro de la tarde estaba tratando de mantener la atención de mi papá esperando que Facundo acercara el auto para llevarlo al hospital.
Y para mantenerlo conciente, buscaba desesperadamente temas que le pudieran interesar, sin entristecerlo, y no encontraba ninguno:  autos no, porque hace algunos meses le prohibimos que siguiera manejando y todavía llora a su adorado auto, de los tiempos de la quinta lo mismo, de las buenas épocas de Pinamar mucho menos porque esta era la fecha exacta en que solíamos ir para allá.  Recordar a su madre y hermana también lo iba a poner triste; incluso un día como hoy podía pasar lo mismo con nuestro perro, que pasó a mejor vida hace unos años.
Realmente me desesperaba porque sentía que mientras trataba de aferrarlo a la vida, no había ningún hilo, ningún cable que lo mantuviera conectado a este mundo.  Claro, la esperanza nunca se pierde...  por qué no hablarle de María Clara?
Gracias hijita por ser el hilo conductor para mantener a tu abuelo conectado con este mundo.

De más está decir que cuando llegamos a la guardia parece ser que el problema proviene de un cablecito del marcapasos